George Monbiot. "La reducción de las emisiones de carbono debe basarse en lo que dicen los científicos, no en lo que quieren los políticos"

George Monbiot (Londres, 1963) es uno de los activistas más conocidos del mundo anglosajón. Zoólogo de formación, Monbiot pasó de hacer documentales de animales para la BBC al periodismo de investigación. En su último libro Calor. Como parar el calentamiento global (RBA, 2008), Monbiot se apoya firmemente en el enorme caudal de investigaciones científicas acerca del cambio climático para fijar objetivos de reducción de gases de efecto invernadero y revisa las tecnologías que permitirían compaginar estas reducciones con el mantenimiento del nivel de vida, que no con el consumismo. Como dice el propio Monbiot, a partir de ahí, queda lo más importante: hacer política para que se cumplan los objetivos y se introduzcan las mejoras tecnológicas.

En el último debate sobre el Estado de la Nación, el presidente Bush pidió más inversión en la producción de biocarburantes como alternativa a los combustibles fósiles tradicionales ¿Que opinión te merece está posición?
Me parece un desastre absoluto, por dos motivos. Primero: desde el momento en que los mismos suelos que se utilizan para producir biocombustibles son los que se utilizan para producir comida, se establece una competencia directa entre la alimentación humana y la alimentación de los coches. Por supuesto, al final prevalecerán los intereses de los conductores de coches porque, por definición, aquellos que tienen un coche son más ricos que quienes están en riesgo de morir de desnutrición. Por el momento, con menos de un 1% de uso de biofuel como combustible para el transporte en todo el mundo, el precio del maíz se ha duplicado y el del trigo le sigue de cerca.

La otra razón para calificar de desastroso el uso de biocombustibles es que las nuevas plantaciones para producirlo se sitúan en antiguos bosques tropicales o en suelo que ha soportado otras especies vegetales capaces de retener carbono. Los impactos están siendo enormes, no sólo para la biodiversidad y el hábitat local, sino también para el cambio climático. El cultivo de aceite de palma para la producción de biocarburantes ya es la primera causa de deforestación en Indonesia y en Malasia. Un estudio reciente demuestra que al cortar bosques tropicales y secar suelos pantanosos, cada barril de aceite de palma produce diez veces más dióxido de carbono que un barril de gasolina. La gran mayoría de los biocarburantes son peores para el planeta que la gasolina.


Esto nos lleva a un problema importante: el impacto del cambio climático se está sintiendo más en los países más pobres.
La cruel paradoja del cambio climático es que los países que tienen una mayor responsabilidad, las naciones ricas situadas en las partes templadas del mundo, se van a ver afectadas más tarde y en menor medida, mientras que los países africanos y del sur de Asia, que tienen muy poca responsabilidad en el cambio climático, ya se están viendo plenamente afectados. Las implicaciones del cambio climático son el problema moral central del siglo XXI: si no actuamos podemos condenar a muerte a cientos de millones de personas. Este es un reto moral peculiar, que requiere una reorientación de nuestros valores. Acciones que antes se veían como moralmente neutras o inofensivas se convierten repentinamente en malas. Todos dábamos por sentado que actividades como encender la luz o llevar a los niños al colegio eran inocuas. No es que hoy tengamos que dejar de hacer estas cosas, sino que hay que hacerlas con medios que no supongan la sentencia de muerte de otras personas.


Condenar a muerte es una expresión muy fuerte. ¿En qué sentido condenamos a muerte a estas poblaciones?
Con tan sólo 0,5º C de calentamiento global, en Etiopía llevan cinco años consecutivos de inundaciones debidas a la subida de las temperaturas del Índico. Cuando caen lluvias torrenciales, las cosechas rinden menos. En Etiopía, donde ya hay una gran cantidad de personas viviendo al límite, cuando la cosechas son menos abundantes la gente se muere de hambre o de malnutrición. Si esta situación se extiende a nivel mundial, con un cambio climático de cuatro grados, podríamos presenciar una hambruna estructural. Las cosechas normales serían incapaces de producir comida para todo el mundo. Las consecuencias son inimaginables.


¿Qué opinas de la política de George Bush frente al cambio climático?
La administración Bush ha gestionado el cambio climático de manera muy parecida a lo que hizo Lysenko con la genética en la URSS. Ha saboteado al unísono la ciencia y la democracia mediante el fraude, la mentira, la ocultación y la ofuscación.


¿Y qué me dices de la anterior administración? Al Gore es el nuevo héroe popular de quienes apoyan una mayor intervención estatal para prevenir el cambio climático, ¿qué opinión te merece su gestión en este tema cuando fue vicepresidente?
Es increíble lo buenos que se vuelven los políticos cuando dejan el cargo. Sin embargo, no podemos olvidar que Clinton y Gore desaprovecharon una cantidad increíble de buenas oportunidades. Sabían lo que tenían que hacer y no lo hicieron. El discurso de Gore en Kyoto en 1997 es una de las peores muestras de diplomacia internacional que yo haya presenciado nunca. Bush podría haber escrito ese discurso: era intencionadamente confuso y estaba lleno de omisiones respecto a lo que se debía hacer para detener el cambio climático. La administración de Clinton y Gore hizo mucho más daño del que ha hecho Bush deteniendo la respuesta norteamericana al cambio climático: ellos entorpecieron la respuesta internacional asegurándose de que el protocolo de Kyoto se convirtiera en papel mojado.


¿Cómo la entorpecieron?
Por supuesto estaban siendo objeto de tremendas presiones por parte del Congreso y de intereses comerciales muy poderosos. Dicho esto, ellos son los responsables de haber introducido en el protocolo de Kyoto una gran cantidad de cláusulas y subterfugios, como los llamados mecanismos de desarrollo limpio, que permiten no reducir las emisiones en el país de origen a cambio de pagar a algún otro país para que lo haga. Ofre-cieron posibilidades de incumplimiento al resto de países que no querían asumir compromisos serios y se aseguraron de que incluso en el caso de que Kyoto se estuviera cumpliendo, que no es así, no tuviera ninguna repercusión significativa sobre el nivel de emisiones. Sabían muy bien que había que ir mucho más allá de Kyoto para reducir las emisiones y, aún así, presionaron en la dirección contraria.


En este momento China es el mayor centro industrial del mundo. Los chinos mantienen una posición muy clara respecto al cambio climático, argumentando que, antes de imponer ninguna restricción a sus emisiones, Occidente debe de reducir las suyas. ¿Qué puede y debe suceder en la negociación con China sobre cambio climático?
Antes de apuntar hacia China hay que tener muy en cuenta que su emisión anual de CO2 por persona es de 2,7 toneladas, mientras que la de Estados Unidos es de 20 toneladas por persona. Sería el colmo de la hipocresía decir que la culpa es de esos malditos chinos. Eso sí, China está emergiendo rápidamente como una gran fuente de emisiones de gases de efecto invernadero y probablemente supere pronto a Estados Unidos como el primer emisor del mundo en términos absolutos. Así que no hay duda alguna de que debe formar parte de un mecanismo internacional para recortar las emisiones de gases de efecto invernadero, y debe hacerlo en pie de igualdad con el resto de países industrializados, no como un país al que hay que decirle lo que tiene que hacer. La primera condición para un acuerdo así es que las naciones desarrolladas que se han beneficiado enormemente del uso masivo de combustibles fósiles den muestras de que se toman en serio la reducción de las emisiones de carbono. De esta manera se rompería el circulo vicioso de acusaciones: EE UU apunta a China diciendo "no podemos hacer nada, los culpables son ellos" y viceversa. Por el momento, estamos encallados en este punto y necesitamos dar un paso adelante: le toca a EE UU y a la UE liderar las reducciones de emisiones.


Entonces, ¿qué podemos hacer y qué se debe hacer?
Tenemos que establecer un objetivo para la reducción de las emisiones de carbono que refleje adecuadamente lo que dicen los resultados científicos y no lo que quieren los políticos. A la atmósfera no le importa lo más mínimo lo que los políticos digan que se puede o no se puede hacer, no es más que un conjunto de gases y toda su respuesta ante las emisiones de CO2 va a consistir en producir más aire caliente. Lo verdaderamente importante es lo que dicen los científicos, ellos han marcado los objetivos de reducción: un 60% de reducción mundial en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030. Por otro lado, es muy importante que, en este asunto, nos veamos como ciudadanos y no como consumidores. No vamos a resolver este problema consumiendo "mejor" sino ejerciendo presión política sobre nuestros gobiernos para que se fijen y cumplan los objetivos adecuados.

Fuente: www.democracynow.org http://www.ladinamo.org/ldnm/articulo.php?numero=27&id=687